martes, 11 de septiembre de 2007

AMANCIO VESPERTINO: EL ANTÓLOGO

Don Amancio con su inconfundible bata, junto a la promoción de 1972 de la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia.




Que no viviera en Murcia, que su biografía esté llena de saltos espaciales e incluso, si hacemos caso a las notas autobiográficas dispersas por su obra, saltos temporales, no debió ser óbice para que se le incluyera por derecho en la generación perdida murciana.

Amancio Vespertino nació en Corvera en un año impreciso, siempre después de la Guerra Civil, según los testimonios de compañeros de estudio entrevistados por el programa Gente de aquí de radio televisión murciana. Asistió a la escuela del señor Ceferino García, párroco y maestro. Pronto despuntó entre sus compañeros por una imaginación desorbitada y por su afición a contar de cualquier manera, menos de la manera correcta, los hechos sucedidos en su pobre vida de infante o en su rica imaginación de lector párvulo.

No es cierto, sin embargo, como dicen las crónicas, que recibiera ninguna beca para estudiar en el instituto de secundaria de El Palmar. Al contrario, sufrió las presiones de su familia y del propio don Ceferino, para que desistiera del estudio, al comprobarse que su afición a los libros se desaprovechaba con la misma pasión en relatos de calidad ínfima y de una obscenidad desacostumbrada.

Lejos ya de estas chiquillerías, sentó la cabeza relativamente joven. Emigró a Argentina por motivos profesionales. Allí conoció a Estanislao Cuerten y a Sofía Ocampo, el matrimonio que pese a la amistad que los unió, y según una serie de hechos nunca aclarados, presentó la decena de denuncias de distinta índole que ocasionaron su vuelta a mitad de los años setenta.

Irrumpió en el ámbito universitario de la ciudad, algo alejado ya del esplendor de los años en los que Jorge Guillén paseaba por su claustro, y quién sabe si también Nicolás Guillén, como recoge en sus notas el propio Vespertino. Tal vez coincidió con Sarrión, que lo cita en sus memorias, pero de oídas (y venidas). Dirigió durante un extraño periodo de tiempo el Aula de Expresión Escrita de dicha sede, con la fatalidad de que no asistió ningún estudiante a las dos sesiones que programó y se rumorea que a la segunda tampoco se presentó el ponente, al que igualmente se le pagó, ya que una cosa no quita para la otra en el mundo universitario.

Luego cayó en un ostracismo incomprensible. Quizás su proyecto de enviar una antología de poemas de autores murcianos a la luna asustó a sus contemporáneos. De ese proyecto, que se cristalizó en la Sele-cción de poetas noctámbulos, hemos rescatado a esta nómina de escritores, que como el propio Amancio, vivieron en un injusto silencio editorial, tal como recoge en sus propias palabras: “Caímos en la sombra de un árbol, / después nos cayó el árbol encima”.

Licenciado Aguilar



Sobre otro AMANCIO VESPERTINO

De acuerdo con conversaciones directas con D. Amancio y habida cuenta de ciertos documentos que están en mi poder, de los que soy depositario y albacea por mandato expreso de Amalia, su última mujer, algunos de los datos recogidos por D. Antonio Aguilar son inexactos, cuando no solapadamente malintencionados.

Ni D. Amancio se hospedó en casa de Estanislao y Sofía, cuando su estancia en Argentina, ni aquellos le interpusieron denuncia alguna, puesto que poco trato medió con ellos, más allá de breves conversaciones de compromiso en la antesala del ciclo de lecturas y conferencias que organizaba Uslar Pietri cada tres meses en el Circulo Bonaerense. Que ellos propalaran este rumor para hacerse notar no merece reseña en su biografía, salvo por mor de infundio y maledicencia. El Licenciado Aguilar sabrá que propósitos lo mueven. Seguro que D. Amancio no se vería sorprendido, acostumbrado como estuvo a las malas artes de las angostas cocinas literarias de su terruño murciano, que siempre silenciaron la magnitud de su obra y la irrefutable calidad de sus escritos.

Este fue su propósito primero. Rendir justicia a quienes, como él, perdieron nombre y obra en el silencio de los antólogos. Así que tomó manta y calle y carretera, para entrevistarse con los escritores que, como él, sólo habían podido hacerse ver en el poema introductorio de los programas de las fiestas patronales y cuya única lectura pública había sido, en la mayoría de los casos, la del pregón de su pueblo. Por supuesto, ni él ni ellos, y aquí singular y plural se cogen de la mano, aparecieron jamás en la nómina de autores murcianos de las antologías de Salvador Gironés, Roque Lallana o Paco Gros, los jurisconsultos de la escritura local.

En la de D. Amancio sí. En su antología, con él a la cabeza, rindiendo justicia a todos ellos en la introducción, cada uno podría alardear ya para siempre de no una página sino dos, cuando no tres, precedidas de una breve reseña biográfica y la exaltación en negrita y cuerpo 16 de la línea o verso que cada uno considerara el mejor de su obra. Lastima que esta antología jamás viera la luz y que sólo el Licenciado Aguilar, de cuyas intenciones les prevengo, y este servidor, hayamos podido disfrutarla. Llegado es el momento de darla al deleite común.

Para empezar, sepan que Amancio Vespertino, D. Amancio siempre para mí, es autor de un sinnúmero de poemas en la mayor variedad de los estilos, desde el automatismo de los surrealistas, que finalmente desdeñó, pasando por los poemas visuales al modo Apollinaire, de los que llegaron a publicarle uno, El cisne autocrítico, en Beau Art, la prestigiosa revista parisina, pero de lo que no se recogió noticia en la prensa murciana, hasta una colección de poemas intimistas, crudos si no rudos, que guardaba con el celo de quien se sabe en posesión de una obra para siempre, y que tanto Amalia como yo, con el asesoramiento, bien que sospechoso, de Aguilar, nos hemos empeñado en publicar.

Donde las horas de luz caen temblando hacia lo oscuro

es el verso que D. Amancio más amaba de cuantos hubo escrito, y con él damos fin a esta entrega y les emplazamos a la siguiente. Esperemos que las luchas intestinas por la fama entre los que nos ocupamos en este rescate de legajos no condene y menoscabe la de aquellos por los que D. Amancio tantas suelas quemó.


El Licenciado Lorente





1 comentario:

fabiana alonso dijo...

Antonio: sì que está bueno esto! sobre todo me he reìdo mucho por la originalidad y el buen decir.
Puedo enlazarlo en mi blog? No quiero que se lo pierda nadie...

es bueno ser amiga del lic. aguilar